lunes, 12 de enero de 2009

Sobre la eficiencia en el gasto en salud

Esta breve nota presenta un avance de un estudio que estamos realizando sobre las razones que explican por qué los países optan por tener un distinto gasto en salud. Seguimos un modelo analizado en Becker, Phillipson y Soares y Hall y Jones. En este modelo los países tienen una función de utilidad que depende del consumo y del estado de salud.
El estado de salud de las personas se produce por el gasto en salud que se ejerce, determinado por una función de producción Cobb-Douglas, que implica que no todos los países producen la misma salud con el mismo gasto en salud. Utilizamos la inversa de la tasa de mortalidad infantil como estado de salud. La forma funcional de la ecuación implica rendimientos decrecientes si el parámetro es menor a uno, y crecientes si es mayor a uno.
Una vez calculadas las funciones de producción y optimizadas las funciones de utilidad podemos calcular la elasticidad ingreso en gasto en salud, es decir, cuanto decide un país gastar en salud dado su nivel de ingreso, objetivo de la investigación.
En este primer entregable mostramos las primeras estimaciones de las funciones de producción y hacemos unas reflexiones importantes sobre los hallazgos. Para ello, se requirió información anual de los países desde 1995 hasta 2006, que es cuando se tiene información del estado de salud (en este caso aproximado por la tasa de mortalidad infantil) y gasto total. Los coeficientes de la función de producción (así como la desviación estándar) se muestran en la Gráfica, donde los países están ordenados de menor a mayor estado de salud.
En general los resultados muestran lo que ya ha estado bien documentado: que países de LAC tienen una baja productividad del gasto en salud, al igual que Estados Unidos. No obstante, hay un aspecto que destacar: Perú y Chile son los únicos países que tienen un coeficiente mayor a uno, es decir, han hecho un buen uso de los recursos destinados a la salud, al menos en este periodo. En el caso de Perú probablemente se deba a que hubo una reducción importante en la tasa de mortalidad infantil entre 1996 y 2006 de 43 a 21 fallecidos por mil niños nacidos vivos (más del 51%). Ello se logró con las mejoras en la cobertura del servicio de salud en el área rural, que permitió disminuir la brecha que siempre hubo entre los indicadores urbanos y rurales.
El caso de Chile es parecido ya que registra una reducción en la mortalidad infantil ligada tanto a las mejoras en las intervenciones de salud como a las condiciones socioeconómicas. En el año 2000, la mortalidad infantil bajó a 8.9 por 1000 nacidos vivos.
Los resultados alcanzados demuestran que se puede reducir la mortalidad infantil mediante programas específicos de salud pública, pero también con políticas en otros frentes que generen sinergias con las políticas sanitarias, por ejemplo, educación, drenaje y piso firme.
Finalmente, no podemos abstraernos de que análisis tan sencillos tienen sus limitaciones: i) la tasa de mortalidad infantil no es un indicador de todo el estado de salud. Por ejemplo, está comprobado que cuando se usan otros indicadores, acceso a tratamientos costos, por ejemplo, Estados Unidos sale mejor evaluado; ii) Al no poder conseguir datos anteriores a 1995, únicamente estamos capturando hechos recientes.

No hay comentarios: